Música rusa

Del programa de concierto del 17 de mayo en el Auditorio Caixanova para la Sociedad Filarmónica de Vigo

 

Esta tarde realizaremos un viaje por el corazón de la música rusa. A lo largo de 75 años, podremos comprobar como, de la mano de los acontecimientos históricos, la música de esta gran nación fue mutando y adaptándose a las nuevas realidades.

La travesía comienza en 1874. Un Mussorgsky ya desmejorado y carcomido por el alcohol se encuentra con la noticia del fallecimiento de su gran amigo Viktor Hartmann, pintor y arquitecto que gozó de gran fama en la Rusia de la época. Como homenaje póstumo a su amigo, Mussorgsky escribiría estos Cuadros de una Exposición, que recrean musicalmente algunos cuadros, bocetos e incluso proyectos arquitectónicos de Hartmann. A lo largo de este particular museo, nos toparemos no sólo con potentes imágenes sonoras de la Rusia Imperial, si no también con pintorescos parajes de Francia, Italia o Polonia, buena muestra del espíritu viajero que siempre poseyó Hartmann.

Dos años después, en 1876, Tchaikovksy recibió de parte de un editor el encargo de realizar 12 piezas características para cada uno de los meses del año, que serían publicadas mensualmente en la revista musical de la época Nouvelles. Ese es el marco en el que encuadramos la bellísima Canción de Otoño, correspondiente al mes de Octubre; ejemplo claro del inagotable talento lírico y melódico de Tchaikovsky,

En 1894, el zar Alejandro III acababa de morir subitamente, sumiendo a su país en una incertidumbre todavía mayor de la que ya reinaba. Ese año, un todavía joven Aleksandr Skriabin había debutado como solista en San Petesburgo y había publicado además, su libro de Estudios op. 8. De ese libro extraemos este Estudio en sol# menor, catalogado como el número 9. Lejos estaría Skryabin entonces de saber que con los años, esta obra de juventud acabaría convirtiéndose en un referente indispensable para las futuras generaciones de pianistas.

El hijo de Alejandro III, Nicolás II se encontraba ya lidiando en 1911 con las ansias de libertad y revolución del pueblo ruso. La primera revolución rusa, de 1905 había provocado ya una fuerte fractura entre la dinastía Romanov y su pueblo. Pero lo peor estaba aún por llegar. Ese año de 1911, el compositor y virtuoso Sergei Rachamaninov, publicó el otro gran libro de estudios para piano ruso: los Etudes-Tableaux. Concebidos, no sólo como ejercicio técnico, si no también como una suerte de "evocaciones musicales sobre estimulos visuales" (Rachmaninov dixit), nos vamos a quedar escuchando hoy el número 7, en Mi bemol mayor. Apodado como "Escena de Feria" es fácil intuir esta inspiración ya desde el inicio, con la brillante fanfarria que da comienzo a la obra.

Y en 1917, la Revolución definitiva llegaría a Rusia. Tras el fiasco de la participación del país en la I Guerra Mundial, el pueblo estalló. El zar, nervioso, terminó por abdicar, aunque eso no le salvaría de morir ejecutado algunos meses después. Lenin volvió a Rusia desde su exilio y ese mismo año empezó a germinarse el incipiente Régimen Soviético. Y ese año de 1917, Sergei Prokofiev publicaría su Sonata para piano nº 3. Creada a partir de antiguos bocetos y melodías de los años de juventud del compositor, esta obra supondría un punto de inflexión en el estilo compositivo de Prokofiev. Dejó a un lado el sarcasmo y humorismo de sus primeras obras para dar paso a un carácter más profundo e introspectivo. Esta 3º Sonata se desarrolla en un sólo movimiento en el que podemos encontrar 4 partes muy diferenciadas, casi a modo de 'micro-movimientos'.

Stalin se encontraba en la recta final de su mandato en 1951. Años oscuros en lo político y también en lo artístico, debido a las severas restricciones estilísticas que el régimen aplicó al trabajo de los creadores. El ejemplo más claro de las tribulaciones que estas campañas del régimen provocaron en los artistas soviéticos fue Dmitri Shostakovich. Perseguido y criticado tras sus primeros trabajos, Shostakovich acabó finalmente por ceder a las presiones del gobierno, adaptando su estilo a las convenciones 'socialistas' que el Partido exigía. Aquel año de 1951, Shostakovich fue nombrado diputado del Soviet, y ese mismo año, publicó también sus 24 Preludios y Fugas. Monumental obra en la que el autor ruso sigue el ejemplo de Bach y deja patente que, a pesar de las cortapisas creativas que sufrió, era un músico de enorme talento y capacidad compositiva. Hoy nos quedamos con dos números. El nº 17, en La bemol mayor, inundado de un sabor inconfundiblemente barroco y contrapuntístico; y el nº 24, en re menor, en el que las sonoridades y armonías de la Rusia profunda están presentes a lo largo de los 8 minutos que dura la obra.